¡PURA CANTÁBRICA!
El oso pardo cantábrico será protagonista en una ruta que comienza en Igueña y termina en Salentinos.
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En el norte de la Península Ibérica tenemos una imponente cordillera, la Cantábrica, colmada de montañas, cañones y unos exuberante bosques de hayas, robles y castaños. Este territorio está habitado por una singular fauna entre la que podemos destacar una de las criaturas más formidables del hemisferio norte: el oso pardo cantábrico. Nuestra ruta saldrá al encuentro de la vida y la leyenda de este mítico plantígrado. Al final de la ruta habremos recorrido 27 horas, más de un tercio, de nuestro viaje extraordinario alrededor del Bierzo. ¡Ánimo ya queda menos!.
La dura etapa de hoy comienza en la localidad de Igüeña. Es en Igüeña donde está ambientada “El tío Perruca”, desconocida novela de Benigno Suárez Ramos sobre un temerario cazador de osos del Bierzo Alto. El oso es vida y leyenda en este territorio cantábrico por el que caminaremos. En el pasaje principal de la novela, el tío Perruca recibe el abrazo de la sangrienta osa que había dejado mal herida de un tiro poco certero. Su ayudante, el Raposín, entusiasmado había gritado ¡yá cayóu!. Al ver que no era así, se lanzó a apuñalar a la osa con el cuchiello. Y es entonces cuando el tío Perruca con toda retranca de la montaña cantábrica le dijo: ¡Nun la pinches, on! ¡Qui estrupeyas il pelleyu!.
Desde Igüeña tomaremos el antiguo camino que nos dirige a Colinas del Campo de Martín Moro, el cuál discurre paralelo al río Boeza. Al llegar a esta preciosa aldea el oso mítico aparecerá de nuevo, ahora en la boca de sus pobladores. Desde tiempos inmemoriales, nos dirán que sobre Colinas del Campo pesó la costumbre de pagar anualmente al rey un singular y arriesgado tributo: la piel de un oso capturado en los bosques cercanos por los jóvenes cazadores del lugar. Colinas es un pueblo de cuento en el que podremos perdernos entre sus típicas casas de piedra y pizarra. Aprovecha para disfrutar de cada una de sus callejas.
Dejando atrás esta hermosa localidad nos adentraremos en una tierra virgen, el verdadero territorio del oso, que convive aquí con jabalíes, corzos, rebecos, lobos y urogallos. Ascenderemos por una pequeña senda paralela al río Boeza atravesando, en dirección a su nacimiento, extensos bosques de ribera. Son continuas la noticias de encuentro de paisanos con el oso en la zona. Y es que las poblaciones de oso se están recuperando, y mucho, en el Alto Sil. El último censo de la especie detectó que había entre cuatro y cinco osas paridas al año. Un núcleo reproductor muy importante dado que cada una de estas osas tiene entre una y tres crías. Si tienes suerte veras a alguna osa con sus oseznos. ¡Vete muy atento!
Puede que además de osos por estos senderos te encuentres a algún peregrino que camina hacia Santiago de Compostela. No están perdidos, ¡no!. Vendrán haciendo el Camino de la Montaña, el Camino Olvidado, que empieza en Bilbao y que recorre la falda sur de la Cordillera Cantábrica, hasta Villafranca del Bierzo, siguiendo las Calzadas Romanas, únicas vías de comunicación en aquellos tiempos. Múltiples documentos hablan de este Camino Olvidado, por ejemplo, la Carta de Gundisalvo a Froilano del año 1002, en la que se lee “Por Fasgar fuimos al paso alto entre dos montañas, donde rezamos a Santiago en su ermita, que allí hicieron para agradecerle haber vencido a los moros, bajamos por las Colinas del Moro y sus lomas rojas, hasta la cruz alta donde todos los peregrinos dejaron un canto como recuerdo”. Es precisamente en esta zona del Bierzo Alto, donde se localiza esta carta, donde el Camino Olvidado tiene una más nítida historia.
Pero dejemos a un lado tanta historia y sigamos caminando. Dejando a nuestra derecha el río Boeza, comenzaremos la ascensión más dura para coronar el Pico Catoute (2.117 m). Por una pequeña senda, cogeremos altura poco a poco hacia los pastos de montaña donde se alimenta, el cada vez más escaso, ganado de la zona. A mitad de la ascensión podremos refrescarnos en una de las fuentes de mayor pureza que nos podemos encontrar en estas pedanías bercianas. Este pequeño abrevadero parece puesto a disposición del caminante dado que se encuentra situado a mitad del camino, siendo casi parada obligatoria para hacer un pequeño descanso, comer algo y afrontar lo más duro de la subida. A partir de aquí, el desnivel se hace más pronunciado, alcanzando pendientes de hasta el 30%. La vegetación va desapareciendo poco a poco a causa de la dureza del clima a estas altitudes, y va dejando paso a canchales de origen glaciar, sobre los cuales el paseo se hace cada vez más duro y complicado.
Pero todo esfuerzo merece la pena al alcanzar los 2.117 metros de la cima casi más alta del Bierzo. Desde aquí las vistas son realmente impresionantes, apreciándose en un día despejado además de todo el Bierzo y el círculo montañoso que lo rodea, la inmensidad de la llanura castellana, los extensos bosques de la vecina Comarca de Laciana y, a lo lejos, cerca del cielo, las elevadas cumbres de la Cordillera Cantábrica.
El Catoute es el mejor sitio para observar todo el entorno y aunque no es el techo del Bierzo, porque ahora es Valdeiglesias (2.136 m), es la montaña más emblemática de la zona, la favorita, la niña bonita de los montañeros. El Catoute es ¡Pura Cantábrica!.
A partir de aquí el camino es de descenso hasta la localidad de Salentinos. Antes de alcanzarla, deberemos cruzar dos de las brañas mejor conservadas de nuestra Comarca, donde se ha restaurado un refugio para todo aquel caminante que desee pasar noche en él. Con nuestra llegada a Salentinos termina esta etapa. Es una bella localidad que llegó prácticamente a despoblarse hace unos años, pero que ahora se encuentra en un periodo de recuperación. No debemos olvidar visitar su espléndida Ermita de San Esteban, patrón de esta hermosa localidad berciana.