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AQUELLOS HOMBRES DE CENTENO

Vivir en la montaña, vivir de las montañas. En un pasado no tan lejano se consiguió “sacar pan“ a las montañas que hoy recorreremos consiguiendo una increíble eficiencia territorial.

El Regueiral (Campo del Agua). © Isidro Canóniga

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Los habitantes de Ancares lograron cuidar y utilizar de forma integrada el territorio manteniendo una estrecha relación entre el cultivo de la tierra y la ganadería. Si tuviéramos que destacar un cultivo hoy extinto que aseguró la supervivencia de estas zonas, ese sería el del centeno. El centeno sirvió también para cubrir las singulares viviendas tradicionales, las pallozas. El lecho mullido sobre el que se dormía no era otro que la paja de centeno. Pero sobre todo el centeno fue cultivado como alimento principal para el hombre y el ganado. Además, las condiciones climáticas de esta zona eran muy favorables para que en las espigas de centeno se desarrollara un hongo singular, el cornezuelo. Hombres, mujeres y niños lo recogían a mano poco antes de la siega este hongo con muy curiosas propiedades medicinales.  Fue tan importante su valor económico que en 1950 se definía al cornezuelo como ‘wolfram vegetal’. A principios del siglo pasado el 30 % de la producción nacional de centeno de España se producía en León.  ¡Hoy no queda nada!.

Después de esta breve antología de lo que fue el centeno, podríamos decir que si de una materia simbólica hubieran estado hechos los habitantes de esta zona no hubiera sido otra que el centeno. Por cierto, al pasar por Burbia intenta preguntar a sus habitantes por “Las Fachizas”. Un ritual que todavía hoy se celebra la noche de Las Candelas es  que los jóvenes dibujan estelas de luz con las hogueras de las fachizas, o manojos de centeno ardiendo en el paraje de La Lagua. 

 

Ha llegado el momento de empezar a caminar. No olvidemos que ya nos queda menos de la mitad y hoy recorreremos estas tierras de campesinos tan singulares como los “Camposos” de Campo del Agua, excelentes cultivadores de centeno. Saliendo de Pereda de Ancares, nos despedimos de la palloza del Señor Antonio cuya cubierta de centeno fue renovada recientemente. Cogeremos una pista que comienza encima del pueblo y se dirige valle arriba hacia el paso que nos conducirá a la localidad de Burbia. La senda discurre entre un espeso robledal y no deberemos sorprendernos si en algún momento cruza el camino, apresurado, algún ejemplar de ciervo o corzo. Ascendemos poco a poco, endureciéndose el camino a cada paso; pero no será aquí un problema el cansancio, ya que esta ruta nos ofrece varios refugios donde poder hacer un alto. Por cierto, hemos pasado por zonas donde en centeno se cultivo profusamente. ¡No queda nada!.

Más adelante, siguiendo nuestra senda, llegaremos a un mirador desde el que podremos divisar unas espectaculares vistas del valle glaciar en el que se enmarca la localidad de Burbia. El descenso a este pueblo desde el mirador, se realiza por una pista realmente curiosa, dado que sortea la elevada pendiente mediante una gran cantidad de curvas en herradura, por lo que más comúnmente  es conocida como “pista de las zetas”.

 

Una vez en Burbia, podrás dar un paseo por sus estrechas callejuelas, muy bien conservadas a pesar del paso del tiempo. Por cierto, no se te olvide preguntar por “Las Fachizas” y de paso por todo lo que se hacía en esta zona con el centeno. ¡Quizás te cuenten algún uso nuevo y desconocido!. Destacamos de Burbia las tradicionales pallozas, los corredores de sus casas y las cubiertas de pizarra tan características de la zona.

 

Nuestro próximo destino es otro de los núcleos emblemáticos de la comarca del Bierzo, Campo del Agua. Comenzamos a caminar, a la salida de Burbia, por una pista que discurre paralela al río, entre  las tierras de labranza, hasta llegar a un cruce que nos marca la dirección a seguir. A partir de aquí, el camino comenzará a ascender entre un espeso bosque de robles y acebos hasta llegar a Campo del Agua, antigua braña a la que se trasladaban en verano los Camposos, ganaderos de la localidad de Aira da Pedra, para aprovechar, de este modo, los pastos de las alturas de la montaña ancaresa. Al llegar el verano cada familia cargaba encima de su carro las útiles de labraza y ganadería, el equipo de la cocina, e incluso los muebles, junto con las gallinas y los cerdos para subir a Campo del Agua. Cuando llegaba el invierno y las nieves no permitían vivir en Campo del Agua, los habitantes bajaban a Aira da Pedra hasta la llegada de la primavera. Por cierto,  en nuestro recorrido circular veremos otras aldeas que también pastan su ganado en prados durante el verano llamados “alzadas”.

 

En Campo del Agua se conservan las antiguas pallozas o cabañas de teito, construcciones adaptadas al clima de este espacio abierto y alto, que todavía son utilizadas para dar cobijo a los hombres y su ganado.  Campo del Agua fue uno de los conjuntos etnográficos más importantes de nuestro país. Antes que el incendio de 1989 arrasara la zona, se conservaban 22 pallozas perfectamente restauradas. Por cierto, en 2008, la Junta de Castilla y León, declaró el enclave del «Campo del Agua, el Regueiral y Las Valiñas», Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Etnológico. Por fin, un reconocimiento que quizá ayude a recobrar aquel paisaje de centeno hoy totalmente olvidado.

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